domingo, 27 de septiembre de 2009

Cartas tardías - IV


¿Sabes que ayer me animé a contarles todo a mis padres y a mis hermanos?... ¿Qué les dije? Pues que nos queríamos, que queremos ser uno, que me gustan tus labios, que queremos estar juntos siempre, y más; es decir, más y todo lo demás. ¿Qué dijo mi madre?... Que sí; que me vas a querer mucho, que me despertarás siempre con un beso y que serás mi reina, mi luz y mi destino. (Y yo, feliz; porque te amo y porque mi madre es sabia y nunca se equivoca.)…. ¿Qué dijo mi padre?... Ya sabes, preguntó si sabes cocinar y si bordas bien. (Y yo: “Sí, lo aprendió con monjas”). Y mi hermano, que si eres bonita. (Y yo: “Preciosa”). Y mis hermanas: “¿Le gustan los niños?”... “¿Está enamorada de ti?” … Y yo: “Sí, sí, sí; que voy corriendo a contárselo.”

Y los dejé escuchando a Joan Manuel Serrat (www.youtube.com/watch?v=63MQmTMNvJY) ... aunque ya no podré entregarte esta Carta.

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Dedico (también) esta “Carta” a nuestro entrañable amigo Isaías.



jueves, 24 de septiembre de 2009

Siempre nueva


Tu piel
es siempre nueva;
sea
que me incline
sobre tu cuerpo desnudo,
sea
que,
ausente,
me acurruque en tu recuerdo.

Inextinguible esperanza


Aunque no te vea,
aunque estés distante,
canto al amor
y estoy alegre
porque sé
que la flor llegará.

martes, 22 de septiembre de 2009

Al irte tú de mí


Al irte tú de mí, niña mía,
te has llevado la mejor parte:
toda tu alma,
todo tu cuerpo,

y la mitad de mi aire.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Tus manos


Tus manos,
¡ah!,
tus manos, ...

palomas en vuelo
de límpidas elevaciones.

¿Cuándo,
dime,
tendré tus manos,

sobre mi pecho?

Lámpara votiva - XXI


Vivo por tres razones: por tu amor, por tu amor y por tu amor.

Soledad


Soledad,
dulce compañera,
ya ves:
al final
del camino
siempre
tú y yo
solos ...

Aceptación


¿Por qué culpar
al cielo
de tanta iniquidad?

Sólo los corazones
sangrantes
saben cargar
su cruz
besándola.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Lámpara votiva - XX


Inédita siempre a mi tacto tu piel se enternecía, y mi deseo se alimentaba de tu sangre caliente y viva, fuera que se oscuriera la noche o despuntara el día.


Lámpara votiva - XIX


A mediados de un Septiembre luminoso, reina mía, cubrimos de flores, por vez primera, el lecho nupcial y en un festival de olores, colores y emociones inauguramos (otra vez) la primavera.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Historias del diario vivir - II


Cuando nos convocaban a los llamados Encuentros, unos de Padres, otros de Esposos, estotros de Matrimonios, nos divertíamos mucho. Y, claro, ya que por lo general, se hacían en las aulas de los colegios de nuestros hijos, nos hacíamos la ilusión de ser otra vez chicos y enamorados.


¡Qué orgulloso estaba yo de ti! cuando —como se fue haciendo costumbre— te escogían a ti para que hablaras a nombre de nuestro grupo de reflexión. Y con qué dulzura me mirabas cuando —como también me empeñé en hacer costumbre a fuerza de pedir la palabra—yo leía en público el “Poema acróstico sobre la Mujer Perfecta” (Prov. 31, 10-31) mirándote a los ojos.


Y cómo nos divertíamos, y cuanto reíamos. ¿Recuerdas cuando me reconvinieron por insistir en llamarte indistintamente (muy a la española, yo) “mi mujer” o “mi esposa”. Me dijeron: “Tu esposa es la madre de tus hijos” y “Tu mujer es sólo una aventura; lo de la calle”. Y yo —ya en complicidad tácita contigo— me apuré en replicar que, para mí, ambas eran una sola; “mi esposa” y “mi mujer” eran la misma persona, por eso no hacía distingos. Me miraste de reojo y me diste tu viva aprobación disimulando una sonrisa.


Y, después, por la noche, ¡cuánto reímos! Y empezamos a embromar y dijiste que era yo "Tu hembrito” y dije yo que tú “Mi marida”. Y yo te llamé: “Mi señora” y tú a mí, entonces: “Mi señoro”; y tú: “Mi amanto” y yo: “Mi amanta”, y luego yo: “Mi toda” y, entonces, cuando dijiste tú: “Mi todo”… se acabó el juego y empezó la ternura.


Tu cuerpo de hada


Playas sin sol, flores en trizas,

va mi corazón callado y triste,

recogiendo de a pocos las cenizas

de aquel amanecer en que te fuiste.


A la fuerza, a mí me trajeron

a esta extraña y oscura región;

y con mano cruel me pusieron

una brasa en el corazón.


Nada me alegra ya, nada me dicen

los árboles, los ríos o las rosas;

sólo un profundo dolor persiste

en mi marcha dura y fatigosa.


Y, sin embargo, guardo un consuelo

que cualquier pena hace nada:

al cabo de mi vida iré hasta el cielo

a poseer para siempre tu cuerpo de hada.


Lámpara votiva - XVIII


Al atardecer, te imagino conmigo, me inclino a besarte los ojos y me tiendo a tu costado, vigilante, a cuidar tu sueño.

martes, 15 de septiembre de 2009

Lámpara votiva - XVII


Los días pasan, los años mueren. Tu amor y tu recuerdo, que ya no son de este mundo, no habrán de terminar jamás.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Si tú no me hubieras querido


Si tú no me hubieras querido,
¿qué habría sido de mí?

El amor, la vida y el aire,
que nacían y morían desde ti,
¿dónde hubiera podido encontrarlos
ahora que ya no estás aquí?

Si tú no me hubieras querido,
¿qué habría sido de mí?

¿Dónde hubiera conocido yo
la ternura sino en tus brazos?
¿Y dónde habría aprendido el amor
sino en tu regazo?

Si tú no me hubieras querido,
¿qué habría sido de mí?

Hoy cuando quiero verte
me basta contemplar el cielo;
allí están para mi eterna suerte:
tu mirada, tu luz y tu pelo.

Si tú no me hubieras querido,
¿qué habría sido de mí?